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viernes, 1 de noviembre de 2013

Historia de la navegación Vikinga

Tras la caída de Imperio Romano, se empezó a desarrollar en el norte de Europa una sólida cultura marítima basada en una tradición muy antigua que había permanecido oculta. Ésta culminó con los vikingos, el pueblo marítimo por antonomasia de la historia de la humanidad. Los vikingos dominaron el mar del Norte durante la Edad Media, desde el siglo V hasta el X.
Fueron los primeros marinos con vocación claramente oceánica, lograron grandes hazañas, como el desembarco en América y la travesía fluvial desde Rusia hasta el mar Negro. Sus barcos fueron los mejores que hasta entonces se habían construido.
El primer contacto de Roma con los navegantes del norte de Europa lo tuvo Julio César, en sus campañas en el norte de la Galia y Britania. En sus crónicas, el gran conquistador romano hace referencia a las sorprendentes canoas  de piel de origen celta y a las robustas embarcaciones de roble y velas de cuero de los vénetos hacia 56 a.C. Luego, los romanos establecieron en el siglo I d.C. la denominada Classis Britannica, una flota con base en Britania cuya principal misión era la de mantener el comercio a ambos lados del canal de la Mancha, amenazado por los piratas. De hecho, durante esa época, las embarcaciones nórdicas estaban desarrollándose y no alcanzaron su plenitud hasta la caída del Imperio Romano. La primera evidencia arqueológica que se tiene de ellas son los restos del barco hallado en el yacimiento de Hjörtspring, en Dinamarca. Se trata de una canoa escandinava del siglo III a.C., una embarcación de guerra a remo, del tipo canalete, que se debió depositar como ofrenda junto a gran cantidad de armamento. Tenía una eslora de 13 metros y una manga de 1,80; es decir, una relación de eslora a manga de seis a uno, un barco (largo) si se le compara con los que habían navegado hasta el momento en el Mediterráneo. La canoa estaba construida con tablas de madera de tilo cosidas con mimbre de tejo y atadas a ligeras cuadernas. Contaba ya con una rudimentaria quilla especialmente concebida para poder ser arrastrada por la arena, y la estructura se completaba con 10 bancadas asentadas en puntales que servían para que unos 20 remeros-guerreros tomaran asiento y bogaran. Era una embarcación ligera diseñada para el asalto costero.



La gran migración germánica


En el siglo IV, mientras la presión de los pueblos germánicos se incrementaba de forma asfixiante, los romanos se vieron obligados a levantar fortalezas a lo largo de la costa este de Inglaterra; fueron las denominadas saxon shore, que se utilizaron hasta el siglo V, cuando las invasiones germánicas desmoronaron las fronteras del Imperio Romano de Occidente. Entonces, los pueblos sajones, anglos, jutos y frisios emigraron masivamente a Britania. Estos cuatro pueblos vivían volcados al mar desde que se asentaron en el norte de Europa. Los sajones habitaban la zona norte de la actual Alemania; en el istmo de la península de Jutlandia habitaban los anglos y los jutos, y los frisios se asentaban en la actual Holanda. Eran pescadores y ganaderos que se beneficiaban de los extensos y excelentes robledales que poblaban sus tierras y de los que obtenían las maderas de una calidad muy superior a las que se habían utilizado hasta el momento en la construcción de barcos.
En realidad, este gran movimiento migratorio germánico fue una colonización en sentido estricto, en la que familias enteras, con sus enseres y animales, incluyendo los caballos, navegaban en barcos muy sólidos, costeando para evitar las fuertes corrientes contrarias, hasta llegar a la altura de la actual Caláis. Atravesaban después el canal de la Mancha por la zona más estrecha y desembarcaban cerca de la actual Dover. Con los restos arqueológicos de estos barcos, como el que se halló en Nydam, en la actual localidad danesa de Schleswig, situada en el istmo de la península de Jutlandia, se ha podido estudiar la estructura de estas embarcaciones con las que estos audaces remeros viajaron a Britania en grupos de unas tres familias por nave.

Este barco mostró un alto nivel de desarrollo del sistema de construcción en tingladillo, que, por aquella época, era totalmente desconocido en el Mediterráneo, y que llegó a su máximo perfeccionamiento con las embarcaciones vikingas unos tres siglos más tarde.


Los vikingos

Mientras los pueblos germánicos emigraban en masa a las islas Británicas, en Escandinavia, un pueblo marinero había desarrollado excelentes naves a remo, fruto de una tradición milenaria. Se trataba de los vikingos, un pueblo que vivía en la costa de la península escandinava y de la actual Dinamarca y que compaginaba la agricultura y la ganadería con la pesca y el comercio marítimo. Los vikingos habían desarrollado el arte de la navegación a vela y estaban construyendo las que iban a ser las mejores naves de altura que nunca habían surcado los mares. El origen del término vikingo es oscuro. Algunos historiadores sostienen que procede del sajón vik in, que significa "bahía adentro", y que hace referencia a sus famosos asaltos varando las naves en las playas; otros lo relacionan con la palabra latina vicus, "lugar de mercado"; también hay quien prefiere la creencia de que están relacionados con la región geográfica de Vik, en Noruega; y son muchos los que afirman que "vikingo" significa simplemente "hombre del norte" en el lenguaje nórdico antiguo. Fuera de Escandinavia, a los vikingos se les conocía con distintos nombres; los griegos les llamaron varegos, en referencia al mar Báltico (mar Varego), y en el resto del imperio Bizantino se les conoció como rus; sin embargo, en la Europa occidental se les llamó normandos, un término de origen franco que literalmente significa "hombres del norte". La tradición marinera vikinga se remonta a 4.000 a.C., cuando ya existían asentamientos de población, como queda probado por los grabados rupestres hallados en Escandinavia. Hacia 2.000 a.C. ya existía una notable actividad naval, y los historiadores sostienen que, hacia 1.500 a.C., los antecesores de los vikingos comerciaban con las islas Británicas intercambiando pedernales y ámbar. Las embarcaciones más primitivas estaban constituidas por un armazón de ramas de árbol forradas de piel, una tradición que aún se conserva hoy en día en los Kayaks y umiaks de Alaska y Groenlandia construidos con pieles de foca. También se han encontrado pruebas de que en Escandinavia hubo muchas canoas monóxilas realizadas con los excelentes troncos del fresno nórdico. Este comercio experimentó un notable avance hacia 200 a.C., cuando aparecieron los primeros cascos construidos totalmente de madera. Sobre esta fecha están datados los restos encontrados en la isla danesa de Als, al sur de Jutlandia, que muestran la construcción de una embarcación con el casco en tingladillo de unos 13 metros de eslora por 1,8 de manga. La tablazón de esta nave estaba ensamblada con mimbre de tejo, de forma muy similar a las representadas en las pinturas rupestres de 1.800 años antes; estaba concebida para varar sobre playas de arena y disponía de 10 bancos en los que tenían cabida un máximo de 20 remeros.

Los vikingo exploran el mar

En el siglo VI, los vikingos se atrevieron a salir de la costa y arriesgarse a la navegación de altura. Fue una decisión similar a la tomada por los fenicios: la intrincada orografía y las montañosas costas, especialmente las noruegas, hacía muy difícil la comunicación por tierra, por lo que se vieron impulsados a navegar: Su experiencia les llevó a un notable incremento de la navegación comercial en toda la península escandinava y en Jutlandia. Paralelamente a su actividad de carácter económico, a finales del siglo VII, los vikingos comenzaron a ser conocidos por su fama de violentos y sanguinarios, a causa de los audaces y rápidos raids navales, que afectaron también a las zonas en las que no comerciaban.
La violencia de estas incursiones contrastaba con la estructura social de un pueblo tranquilo que practicaba la agricultura del cereal, la ganadería y, sobre todo, la pesca, que era su principal fuente de nutrición. Comerciaban con pieles y productos derivados de la caza de la ballena y de las focas, pero sobre todo pedernal, que se utilizaba para fabricar puntas de lanza y arpones, además de como generador de chispas para encender el fuego. Su estructura social se basaba en las familias; éstas formaban grupos diseminados que vivían bajo el control de los jarls (literalmente, condes), quienes tenían esclavos capturados en sus incursiones por el sur. Los barcos hallados en las excavaciones realizadas en 1890 y 1904 en Gokstad y Oseberg formaban parte de las ceremonias funerarias de los vikingos: los reyes, los jarls, los señores de la guerra y otros vikingos principales eran enterrados generalmente en túmulos de arcilla roja, acompañados de grandes fastos y ceremonias. Pero a menudo, y para desgracia de los arqueólogos e historiadores, el fallecido era quemado en el interior de su propio barco.

La gran expansión vikinga

En el siglo VIII, la población vikinga creció y se expandió hacia el Báltico de forma pacífica. Al mismo tiempo, se inició una constante emigración hacia el oeste en búsqueda de nuevas tierras donde asentarse; los vikingos noruegos fundaron asentamientos en las islas Shetlands, las Orcadas, las Hébridas, Islandia, Groenlandia e incluso en Terranova. Esta expansión fue posible gracias al desarrollo que habían alcanzado sus extraordinarios barcos y a sus profundos conocimientos de las artes de la navrgación. Estos asentamientos hacia el oeste llegaron a su mayor desarrollo en el siglo IX, cuando el aumento de población en las costas vikingas coincidió con una etapa de escasez de recursos. También fue un periodo de numerosas luchas internas entre clanes familiares de Escandinavia, lo que motivó que muchos de ellos viajaran en busca de nuevas tierras.
La primera referencia histórica a las incursiones guerreras vikingas hacia el oeste data del año 793, cuando llegaron por mar al monasterio de Lindisfarne, situado en una remota isla del norte de Inglaterra, para asaltarlo y saquearlo. Éste fue el primero de una serie de ataques a otros monasterios; en 794, fueron saquedos los de la isla escocesa de Iona, los de Jarrow y Monkwearmouth en la costa inglesa y el de Inishboffin en Irlanda, cuyas importantes riquezas eran presa fácil para los guerreros vikingos. Dos años más tarde llegaron a Irlanda, y poco después a la costa francesa, primero la del norte y luego la del sudoeste. Su fama de sanguinarios salteadores comenzó a extenderse por el norte de Europa. El rey danés Godofredo atacó y arrasó las costas de Frisia y las del sur del Báltico. Los daneses también tomaron York en 867, creando un asentamiento permanente. Durante el siglo X, los vikingos lucharon en numerosos territorios de Inglaterra y crearon un reino vikingo alrededor del mar de Irlanda, cuyas principales ciudades eran Jorvik (la actual York) y Dubhlinn (la actual Dublín).


La creación de Normandía

Los ataques a la costa norte de Francia fueron la pesadilla del imperio Carolingio durante todo el siglo IX. Los vikingos realizaron sus primeras incursiones en Francia en 799, controlando la zona del canal de la Mancha. El propio Carlomagno tuvo que armar una flota para tratar de proteger sus costas, sin obtener el éxito deseado. Las incursiones aumentaron y, en 820, una flota de 13 barcos vikingos remontó varias millas el río Sena saqueando todo lo que encontraban de valor. En 845, los guerreros del norte alcanzaron por primera vez París, y dos años más tarde realizaron un raid en Burdeos. La ribera del Loira, que solían remontar sin problemas, también sufrió numerosos ataques, y los vikingos establecieron un asentamiento en una isla junto a la desembocadura del río, que se convirtió en una base permanente e inexpugnable para los soldados francos durante mucho tiempo. Los vikingos se aprovecharon de las guerras civiles en Aquitania para instalarse en la desembocadura del Ardour. En el 862 lograron la máxima penetración en el sur de Francia, llegando hasta Tolosa. El rey Carlos el Calvo se vio obligado a tomar medidas excepcionales para proteger los estuarios y puertos, pero estas preocupaciones no lograron controlar la invasión. Los vikingos no fueron claramente derrotados hasta la década de 880, por una coalición de duques de Bretaña, que lograron expulsarlos de sus tierras. Sin embargo, en 885, liderados por el noruego Hrolf Ganger, también conocido como Rollon el Caminante, los vikingos atacaron de nuevo París, que tuvo que pagar un alto rescate para evitar el saqueo y la ocupación; poco después, en 886, saquearon Borgoña.
Rollon atacó de nuevo los territorios franceses en 911. Presionó tanto al rey de Francia, Carlos III el Simple, que le obligó a firmar el Tratado de Santa Clara de Epte, por el que logró la cesión del Condado de Ruán, del País de Caux y del País de Dieppe. A consecuencia de este tratado, Rollon se casó con Gisela, una hija ilegítima de Carlos III, y él y sus hombres se convirtieron al cristianismo. Con los amplios territorios cedidos por el rey formaron el ducado de Normandía, nombre que significa "país de los normandos", calificativo con el que ya eran conocidos en toda Francia. El asentamiento principal de los vikingos se estableció en Ruán. Este fue el principio de una dinastía ducal que llegaría, a partir de Guillermo I el Conquistador, a dominar Inglaterra en el año 1066.

El sur de Europa, el Mditerráneo y los ríos rusos

A mediados del siglo IX, los vikingos descendieron por la costa oeste de Francia con 62 barcos y unos 3.800 hombres, atacando, en el norte de la península Ibérica, al rey Alfonso III de Asturias y luego las tierras de la actual Galicia. A continuación, descendieron por la costa portuguesa, donde fundaron una colonia en la actual Póvoa de Varzim, en el norte de Portugal, y saquearon Lisboa. En 844 alcanzaron el golfo de Cádiz, por aquel entonces bajo el dominio del Califato de Córdoba, remontaron el Guadalquivir y saquearon Sevilla. Los árabes los nombraron Madjus, es decir, "brujos" o "hechiceros", y no pudieron evitar que se apoderaran de la ciudad durante más de un mes. A principios del siglo X se repitieron los ataques y, como consecuencia de ellos, Abderramán III ordenó ampliar el puerto de Sevilla y aumentar la flota de vigilancia marítima. Hacia el año 859, los vikingos atacaron las Baleares, Barcelona, Marsella y las costas del actual golfo de Génova. Más hacia el este, invadieron Sicilia y la zona de Calabria, donde se asentaron desde 900 a 1100.
Los vikingos suecos , por su parte, comenzaron sus incursiones hacia Rusia a finales del siglo VIII y las continuaron hasta mediados del XI. Navegaban por los ríos, y cuando era imposible seguir, transportaban los barcos arrastrándolos por tierra de cauce a cauce. Surcaron casi todos los ríos rusos y llegaron, por el Dnieper, hasta el mar Negro y Constantinopla, la capital del Imperio Bizantino. Por el Volga entraron en el mar Caspio y lo atravesaron hasta Gurgan; desde allí llegaron, según parece, por tierra, hasta Bagdad. Fundaron la ciudad de Kiev y el país de Rusia; de hecho, el nombre proviene del témino rus, con el que los bizantinos designaban a los vikingos suecos. Las rutas comerciales que los vikingos marcaron, desde el Báltico al mar Nrgro a través de los ríos rusos, fueron luego de una gran importancia económica para el comercio de Europa con las naciones del Este.


La gran Epopeya del Atlántico Norte

La expanxión  y las conquistas hacia el este y sur de Europa fueron las que tuvieron mayor transcendencia económica para los vikingos, pues se abrieron rutas muy activas, revitalizando su comercio. sin embargo, la expansión hacia el oeste y el norte del océano Atlántico fue la de mayor importancia y llegó a constituir una autentica epopeya histórica desde todos los aspectos de la navegación.
Los vikingos llegaron a Islandia hacia 860 y allí establecieron una importante colonia. El asentamiento prosperó; se desarrollaron la pesca y la industria de la salazón, la ganadería y la industria textil basada en los tejidos de lana y pelo de animal de caza; comerciaron con colmillos de morsa, plumas de aves y grasa; cultivaron la tierra, y la población creció hasta llegar a los 60.000 habitantes a principios del siglo XI. Los viajes a Islandia se realizaban en los robustos y capaces knorr, barcos diseñados para la navegación oceánica, que podían realizar la travesía desde Noruega en cinco o seis días como máximo. En estos viajes, los vikingos recalaban en las islas Feroe, una importante base de su expansión hacia el norte y el oeste del Atlántico.


El descubrimiento y la colonización de Groenlandia

Desde sus bases en las islas Feroes e Islandia, distantes entre sí 230 millas, los vikingos disponían de una excelente plataforma para atreverse a explorar el vasto mar que se extendía hacia el misterioso oeste y el temible norte. En el año 982, se produjo el primer gran salto marítimo hacia lo desconocido. En Islandia, un vikingo llamado Erik Thorvaldsson, conocido como Erik el Rojo por el color de su cabello, había sido juzgado por el asesinato de un hombre y condenado al destierro. Esto significaba salir de Islandia obligatoriamente por mar, y Erik planeó dirigirse hacia el oeste, a una tierra vagamente descrita por un navegante compatriota suyo que había sido arrastrado por un temporal y la había avistado. Con la ayuda de algunos parientes y amigos que le fueron fieles, armó su knorr (un tipo de nave preparada para recorrer grandes distancias), y se adentró en las aguas del océano. Encontró tierra a una distancia más cercana que las islas Feroe; dicho territorio presentaba una costa muy accidentada, helada y desolada. Erik la fue explorando hacia el sur, hasta llegar a un punto en que la línea de la costa empezaba a dirigirse hacia el oeste y, poco después, hacia el noreste. Allí encontró una zona de tierra que, al recibir corrientes marinas relativamente cálidas, no había placas de hielo durante el verano. Recaló en un abrigado fiordo, con suficiente extensión de hierba para poder criar ganado; bautizó este lugar con el nombre de Eriksfjord (el fiordo de Erik), actualmente Tunugdliarfik. El jefe vikingo bautizó el asentamiento como Gonland (Tierra Verde), la actual Groenlandia. Ese nombre prometedor lo eligió con la intención de animar a sus compatriotas islandeses a realizar el viaje, y no para describir la realidad de una zona climáticamente muy rigurosa.
Erik pasó tres años en Eriksfjord y luego regresó a Islandia. Tras explicar a sus compatriotas las excelencias de las nuevas tierras, organizó una expedición con toda su familia y otros colonos convencidos. Reunió una flota de 25 knorrs, que zarparon en el verano de 985. De todos ellos, tan sólo 14 barcos llegarían a Groenlandia. Ante los terribles temporales que se desencadenaron durante la travesía, algunos dieron media vuelta y unos pocos se perdieron. Con sus animales y todos los enseres necesarios para fundar una colonia, los que arribaron a Eriksfjord fundaron Brattahlid (Pendiente Violenta), una colonia que pasó el primer invierno viviendo de la pesca, de la mantequilla y el queso que obtenían de sus vacas y de la caza de la ballena. Con estos productos pensaban comerciar. A finales de la primavera siguiente, algunos barcos regresaron a Islandia para dar noticia de su situación.


Los primeros europeos en Norteamérica


Uno de los islandeses que se sintió atraído por la nueva colonia fue Bjarni Herjulfson, quien zarpó en el verano del año siguiente (986) hacia Brattahlid. Pero el barco del vikingo se vio sometido a una terrible tormenta que le arrastró hacia el oeste. Herjulfson descubrió una tierra boscosa y llena de glaciares, que con toda probabilidad correspondía a algún punto de la costa de la actual península del Labrador o de la isla de Terranova. A su regreso a Groenlandia, el marino vikingo narró su descubrimiento, lo que provocó que Leif Erikson, el hijo de Erik el Rojo, decidiera comprarle el barco, un knorr de 25 metros de eslora, y organizar una expedición para la búsqueda de nuevas tierras.
En la primavera del año 1000, Leif partió de Groenlandia con una tripulación de 35 hombres. Navegó remontando la costa oeste de Groenlandia, llegó a la isla del norte de Canadá (la actual isla Resolutión) y descendió por la costa de la península del Labrador, atravesando el estuario del río San Lorenzo hasta Terranova, donde pasó el invierno. Desde allí descendió aún más por la costa este de EE UU hasta la que era posiblemente la costa del actual estado de Maine. Estas tierras fueron bautizadas por los exploradores como Vineland (la Tierra del Vino), ya que encontraron en ellas uvas silvestres. Los vikingos fueron los primeros europeos en hallar el continente americano. Este hecho fue tardíamente reconocido por los historiadores; de hecho hasta los descubrimientos arqueológicos realizados en la costa este norteamericana durante el siglo XX, no se reconoció el hecho de que fueran los vikingos los primeros europeos en desembarcar en el continente americano, contraviniendo las clásicas teorías de la historia de la navegación. Leif regresó a Groenlandia con un cargamento de madera y uvas. La noticia conmocionó a la comunidad vikinga, despertando su espítu conquistador y aventurero. Thorvald, hermano de Leif, fue el primero en partir hacia el oeste dos años más tarde. Siguó la misma ruta que Leif, pero al remontar el curso del San Lorenzo se encontró con un grupo de indios hostiles. En una de las escaramuzas, Thorvald encontró la muerte y el knorr regresó a Groenlandia sin su jefe.
La noticia de la existencia de una nueva tierra llegó a la colonia vikinga de Islandia y, durante el año 1000, tres knorr con 160 vikingos en total, cargados con ganado y enseres agricolas, partieron con ánimo de colonizar las tierras del oeste. Al mando de la expedición iba Torfinn Karlsefni, quien la guió hasta las costas de la actual Newport. La creación de un asentamiento en la zona fracasó a causa de fuertes divisiones entre los expedicionarios y al hostigamiento feroz de los indios. Karlsefni decidió regresar, perdiendo un barco durante la travesía de vuelta a Islandia.
Terranova fue colonizada por los vikingos de Groenlandia e Islandia. Pero estos asentamientos no perduraron, debido a que las distancias a cubrir eran muy extensas para mantener rutas comerciales estables y productivas, y también a causa de la fuerte resistencia de las tribus indígenas. Tan sólo se han encontrado restos de una colonia en L´Anse aux Meadows, al norte de la isla de Terranova, que pertenecen al siglo XI. Este asentamiento se mantuvo durante unos 30 años; aunque se desconocen las causas de su desaparición, lo más probable es que los colonos retornaran a Groenlandia debido a las dificultades de supervivencia. Una cámara que sobresalía notablemente. Estos barcos eran muy marineros: permitían varar en las playas y maniobrar con relativa precisión en radas reducidas; gracias a sus características, posteriormente sirvieron de modelo para el diseño de los mercantes y navíos de altura griegos y romanos.


Grandes marinos y guerreros

Los mares por los que navegaban los vikingos son los más peligrosos e inhóspitos del hemisferio Norte, y son terriblemente duros para los marinos. Los vikingos eran hombres tremendamente fuertes y resistentes al frío, a la humedad y al cansancio. Eran hábiles en las maniobras marineras de todo tipo y conocedores a fondo de sus barcos, que dominaban tanto a vela como a remo. En los mares de las latitudes septentrionales, desde finales del verano hasta bien entrada la primavera siguiente, se dan unas condiciones muy poco favorables para la navegación a vela. Las borrascas atlánticas desencadenan violentos temporales del oeste y del sudoeste, con irrupciones de aire gélido de origen polar. Cuando no hay borrascas, se generan densas y traicioneras nieblas y la navegación se vuelve casi imposible debido a la presencia de hielos flotantes y fuertes corrientes capaces de arrastrar a cualquier embarcación contra las costas rocosas. Durante el largo periodo invernal, la falta de luz y el hielo, que bloqueaba los barcos en los fiordos y hacía inoperante el aparejo de fibras textiles, imposibilitaban la navegación de altura. Por ello, aunque no planeaban expediciones durante esta época, los vikingos se dedicaban a la pesca bajo el hielo y, los que habitaban en latitudes más australes, podían desbloquear sus barcos y navegar durante largas noches para pescar; fue así como llegaron a adquirir un amplio conocimiento de las estrellas, además de eficaces remedios contra la hipotermia y los problemas de congelación, tan habituales entre sus tripulantes. Los vikingos navegaban largas distancias alimentándose fundamentalmente de pescado en salazón, galletas secas de avena y algas dulse (palmaria palmata), que masticaban mientras navegaban o realizaban largas caminatas; esto les hacía inmunes al escorbuto, gracias al alto contenido en vitamina C de estas algas. Sus expediciones eran muy audaces, ya que muchas veces no sabían cuándo iban a encontrar tierra. Durante los largos viajes en los que se aventuraban más hacia el oeste, llevaban a bordo cuervos, y cuando las provisiones menguaban hasta la mitad, los soltaban; si al cabo de un par de días los pájaros no volvían, ponían rumbo hacia el punto del horizonte por donde habían desaparecido.
La expansión vikinga hacia el norte y el sur de Europa se realizó sin agujas magnéticas, ya que éstas no llegaron a Europa hasta el siglo XIII, procedentes de Asia. Por este motivo, la navegación de altura vikinga se realizaba únicamente a partir de la observación de los astros. Controlaban la latitud mediante la altura de la estrella polar o del Sol sobre el horizonte. Con cielo cubierto podían determinar la dirección del Sol mediante el solarsteinn, una pieza de doble refracción, probablemente de feldespato (un tipo de turmalina), que, por la polarización de la luz, permitía hallar el acimut del sol simplemente apuntando a las nubes y observando la refracción de la luz sobre ella. Sin embargo, se cree que llegaron a tener un conocimiento intuitivo tan agudo que eran capaces de adivinar la altura del Sol y, por consiguiente, el mediodía, incluso en un día nublando, algo que ningún marino de los tiempos modernos es capaz de conseguir. Los vikingos, como la mayoría de navegantes de las épocas tempranas de la navegación de altura, no variaban mucho de latitud, por lo que con el cielo nublado podían situar la altura aproximada del Sol sin disponer de ningún método fiable para calcular la longitud real.
Los vikingos fueron maestros en el arte de navegar a estima gracias al profundo conocimiento que tenían del abatimiento de sus barcos, de la deriva de las corrientes y de la relación entre la dirección del viento, el oleaje y las estaciones. Disponían de una rosa en la que habían marcado ocho divisiones espaciadas de tres en tres horas a partir de la medianoche, que correspondían a las ocho direcciones cardinales e intercardinales con un margen de error máximo de una hora según la temporada. Con ella trazaban rumbos en combinación con la "piedra solar". Sus estimaciones sobre la longitud también se realizaban de forma intuitiva, estimando las millas navegadas y el rumbo. Aun teniendo en cuenta el alto grado de inexactitud de estos métodos, lograron llegar a América y regresar con muy pocas bajas. Los vikingos rara vez combatieron en el mar barco contra barco, por la sencilla razón de que no había naves rivales. Utilizaban sus drakkars para los asaltos en tierra, después de desembarcar, y en estas operaciones habían logrado una destreza inigualable. Entraban en las radas a toda velocidad y, aprovechando la solidez de sus naves, varaban en la arena casi sin frenarlas, al tiempo que saltaban por las bordas. De este modo se beneficiaban del factor sorpresa y causaban grandes estragos entre los desafortunados nativos. 

La invasón normanda de Inglaterra

Después de lograr la posesión de los territorios de Normandía merced al tratado de Santa Clara de Epte, los vikingos crearon en la zona una poderosa flota de naves que suponía una notable evolución en relación a las anteriores, y a las que se puede considerar como antecesoras de las hanseáticas de la Edad Media. Estas naves estaban construidas de acuerdo con la tradición vikinga: un sólido casco en tingladillo, con 16 remos por banda, un palo arbolado en el centro con vela cuadra y la clásica espadilla para gobernar en la aleta; tenían poco calado, como las del resto de la flota normanda, característica que facilitaba los desembarcos en la costa. Una cabeza de león y una espiral decoraban la parte alta de la proa y de la popa. También disponían de un francobordo notablemente bajo para facilitar el embarque y desembarque de los caballos y de la carga. Esta característica, junto con la ausencia de empavesadas defensivas en la borda, caracterizó los barcos de guerra del norte de Europa: se concibieron como naves para el transporte de tropas que debían batallar en tierra y no en el mar, situación que prácticamente nunca se llegó a producir.
La historia medieval de Normandía está marcada por la figura del rey Guillermo I, quien, según los historiadores, fue el último de una gran saga de reyes vikingos propiamente dichos. Guillermo I, confiado por el poder naval que él mismo había creado, proyectó lo que había sido un gran sueño para los vikingos: la invasión de Gran Bretaña. El reino de Inglaterra estaba gobernado por Harold II, sucesor de Eduardo el Confesor, quien había logrado unificar el sur de la isla y restaurar la dinastía sajona. El rey Harold II había sido coronado el 5 de enero de 1066, fecha en la que Guillermo I ya estaba preparando la construcción de una gran flota como no se había visto hasta el momento.


La batalla de hastings


A principios de septiembre de 1066, el rey normando Guillermo I concentró a más de 60.000 hombres, unas 700 naves de transporte y más de 1.000 embarcaciones menores en el puerto de Saint Valéry. La flota, encabezada por el buque insignia Mora (un regalo de la esposa de Guillermo, la reina Matilde), se convirtió en la mayor concentración naval de la historia del norte de Europa hasta la fecha. Los normandos aguardaron a que soplara viento favorable del sudoeste y cruzaron el canal de la Mancha el 27 de septiembre. La flota recorrió las 64 millas entre Saint Valéry y la costa inglesa sin ninguna dificultad, pues, por aquel entonces, la fuerza naval de los ingleses era prácticamente inexistente. Fue un desembarco espectacular que tuvo lugar cerca de la actual localidad de Pevensey. Los invasores organizaron en tierra su ejército para lograr, el 14 de octubre, la victoria en la batalla de Hastings contra el ejército del rey anglosajón Harold. Guillermo I fue coronado rey de Inglaterra el día de Navidad de 1066, y con él se inició un periodo de 88 años de gobierno normando en la isla.
Después de Julio César, Guillermo I había conquistado Inglaterra por última vez en su historia. Todas las grandes potencias intentaron posteriormente repetir esta hazaña, aunque sin conseguirlo: Felipe II, en el siglo XVI, con la Armada Invencible; Napoleón, antes del desastre de Trafalgar, y Hitler durante la Segunda Guerra Mundial. La invasión de Inglaterra fue la última conquista militar atribuible a los vikingos. A partir de entonces, el norte de Europa vivió un periodo de calma que propició la aparición de las primeras embarcaciones concebidas para el comercio. La cultura marítima vikinga arraigó profundamente en la zona, creando excelentes naves y generaciones de grandes marinos.


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